Nicolosi, 23 de
marzo de 1986.
Distinguida Señora
GIULIANA VERCELLI
Vía .............
LOVERE (BG)
Distinguida y apreciada Giuliana.
Hemos recibido el libro “ABBANDONATEVI TOTALMENTE A
ME”; te lo agradecemos de corazón y nos concedemos el placer espiritual de
hacérselo llegar a María Antonietta.
Querida Giuliana, estoy seguro, es más, segurísimo,
que la Celeste madre Miriam nos perdonará si no tenemos tiempo de rezar. Ella
sabe muy bien cómo y cuánto nos empleamos, hasta el espasmo, para obrar, para
exhortar a los humildes y a los potentes, a ricos y a pobres, a buenos y a
perversos, a pecadores y a no pecadores, con el objeto de que se arrepientan
antes de que sea demasiado tarde, antes de que se desencadene la ira Santa de
Dios.
La plegaria es ciertamente muy útil para quien, aún
hoy, se obstina en permanecer inerte, pasivo e indiferente ante “los signos de
los tiempos”. Para quienes ya están en la Viña del Señor, cansados y con la
espalda doblada de tanto trabajar, vituperados y perseguidos, estimada
Giuliana, el Amor Celeste sabe que están en las gracias del Padre Glorioso;
sabe que su dura fatiga los pone a prueba, pero no los vence, y que llevan su
propia cruz sin ningún lamento y con la misma pasión con la que llevó la suya
el Maestro de Maestros, JESÚS-CRISTO.
Nuestra misión es una continua plegaria, una continua
contribución a Sus Celestes apremios para el arrepentimiento.
Se dice: “TOMA TU CRUZ Y SÍGUELE”.
No es posible seguirle sólo con las palabras, sino,
sobre todo, con las obras, con la realización de la Luz Crística en uno mismo, con la inquebrantable
fe introducida hasta en la última raiz de la semilla, con la fortaleza del
Espíritu e, incluso, a costa de la propia vida.
Son muchos los que rezan, pero pocos los que están
dispuestos a poner las manos en el arado. Las noticias de cada día son la
confirmación.
Cierto es que cada vez falta más el temor a Dios. Esta
es la verdad.
Se permanece pasivos, estátivos y con la esperanza de
que otro cordero de Dios se sacrifique de nuevo para redimir los más
abominables y renovados pecados de los hombres.
¡NO! Estimada giuliana, no es aceptable por la Divina
Voluntad la repetición del error; continuar errando es sencillamente diabólico.
¡NO! No es aceptable por la Divina Voluntad, porque ya
no hay más corderos que sacrificar en el altar de la desobediencia humana. La
Ley le ha sido dada a los hombres y no debían ignorarla. Los hombres de este
mundo habrían podido parender a poner en práctica lo que fue promulgado por el
Mesías Redentor, Hijo del Altísimo, que los rescató del pecado original con Su
sublime sacrificio, con Su luminoso Amor.
En cambio, querida Giuliana, los hombres de ayer y,
más aún, los de hoy, se han arrojado y se arrojan contra Él y contra el Verbo
hecho palabra de Vida y de Verdad.
Discúlpame por mi desahogo, pero, aún hoy, después de
tanto tiempo transcurrido y después de tanta plegaria, veo en la cruz al Ser
más precioso y más amable que haya podido pisar esta Tierra. Suenan y resuenan
en mis oídos Sus palabras de Justicia, de Paz, de Amor y de Fraternidad:
“AMAOS, ASÍ COMO YO OS HE AMADO”.
Hoy en día, se puede ver la figura de JESÚS-CRISTO que
eleva el cáliz, anunciando una marca de pomelo; se ve la figura de la Santa
Madre Miriam que asume una actitud de libertinaje en un supermercado y otras
cosas que te hacen temblar el pulso y las venas.
Tal vez, en mi pecho arde la misma llama que ardió en
el pecho de JUAN EL BAUTISTA y que por ello fue decapitado. Yo, querida
Giuliana, como él, no temo a la muerte, porque me ha sido enseñado cómo
vencerla.
Te ruego que me concedas aún tu fraterna comprensión,
porque es cierto, real y verdadero, que no he cesado ni un solo instante de
amar y servir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Aunque no se pueda salvarlo todo, ni a todos, lo
salvable deberá serlo con el Arca que no conocerá las aguas. Esta es mi tarea
específica: ¡GRITAR! ¡GRITAR!, aunque el desierto de hoy sea más desierto que
el del pasado, aunque los tiranos, los malhechores y los causantes de muertes
sean más numerosos que en tiempos pasados.
Seguro de tener tu fraterna consideración, te saludo
en Jesús-Cristo, nuestro Maestro y Señor, y en Quién, por virtud del Santo
Espíritu, concibió el Amor más grande de todos los amores.
Eugenio
Siragusa.